martes, 28 de junio de 2016

caída precio cobre mala noticia

Por qué la caída del precio del cobre es mala noticia para todos


   El precio del cobre ha sido siempre un aliado útil para adivinar que ocurrirá en el futuro de la economía
   Los analistas piensan que  es un buen indicador de cómo irá la economía en su conjunto,  porque es  un material usado en muchos  procesos industriales que abarcan  desde la construcción de vivienda hasta la manufactura de los aparatos tecnológicos

   Las noticias que llegan sobre la cotización del mineral son malas para la economía global, además de ser preocupantes para Chile que es el mayor productor del cobre en el mundo.
   El precio internacional del cobre se fija en La Bolsa de Metales de Londres, un edificio moderno enclavado  en el corazón medieval de la ciudad.

   Docenas de traders que representan a enormes conglomerados financieros se reúnen diariamente para llevar a cabo ruedas de negociación que fijan el precio global de los 19,8 millones de toneladas de cobre que se producen al año en el mundo.
las tendencias apuntan a nuevas bajas en los próximos días y a primeros de enero cerró por debajo de los precios del 2008.

   Hace apenas un par de años, el precio del cobre había llegado a niveles tan altos que en muchos países del mundo se robaban los cables de teléfono para revenderlos en un mercado negro calculado a nivel global en US$1.000 millones, según reporta el diario británico The Guardian.

   China crecía a un ritmo  imparable y se convertía en el principal comprador en el mundo de cobre, comiéndose el 40% de la oferta global del mineral para alimentar sus necesidades de infraestructura.
En los momentos de mayor auge el precio del cobre llegó a superar los US$4 la libra (1 libra = 0,45kg), comparado con el nuevo equilibrio al que ha llegado a comienzos de 2015, alrededor de los US$2,50.
   La desaceleración de la economía de China conlleva a que las expectativas para el mercado de ese mineral no sean muy alentadoras en el corto plazo.

   Así lo cree Michael Seery, consultor basado en Chicago y experto en el comercio de materias primas.
   "Es casi como lo que está ocurriendo con el petróleo. Cuando los precios estaban  tan altos, todos empezaron a producir. Ahora tenemos un exceso de producción y no hay demanda", le indica el experto a BBC Mundo.
Seery cree que la tendencia se mantendrá en ese sentido. "El precio podría caer aún más, a un nivel de alrededor de US$2 la libra en el próximo par de meses", advierte.

Chile lo sentirá

   El golpe de la caída en los precios del cobre se sentirá con particular fuerza en Chile.
   Pese a la gran transformación y modernización de la economía chilena en las últimas cuatro décadas, el cobre sigue siendo un elemento crucial en su mercado y compone cerca del 52% de sus exportaciones.
   El país es el mayor productor mundial del cobre, y extrae cada año más de 5,7 millones de toneladas del mineral.

Alianza del Pacífico

   La caída en el precio también se sentirá en Perú, que ha venido experimentado un importante auge minero en el que cobre era su segundo mayor producto de exportación.
   La economía peruana se convirtió en el tercer productor de cobre a nivel mundial.
   Y esas dos naciones del Pacífico sudamericano son pioneras a nivel regional en esforzarse por obtener mercados distintos a los tradicionales en Estados Unidos.
   Tanto Chile como Perú habían conseguido redirigir gran parte de sus exportaciones a China, convertido en su principal socio comercial. Lo que ayuda a explicar por qué sus economías crecieron de manera tan dinámica en la última década cuando China parecía imparable.
   Ahora, sin embargo, es Estados Unidos el que se recupera mientras que el mercado asiático flaquea.

   Y a medida que cae el precio del cobre, aumentan los temores por el empeoramiento de la situación económica global.

http://www.bbc.com/mundo/noticias

martes, 14 de junio de 2016

Los chatarreros del siglo XX

Los chatarreros del siglo XX
Antes de que Ferran Adrià deconstruyera la cocina, los antiguos chatarreros se habían convertido en una industria dotada de sofisticada maquinaria para deconstruir los coches, los electrodomésticos, los cables, la infraestructura de los edificios y cualquier desecho con componentes metálicos. “Deshacemos lo fabricado por otros para rescatar los metales, que limpiamos y revendemos como chatarra de hierro a las acerías, y chatarra del resto de los metales a las fundiciones. Llegamos a recuperar metales muy escasos, como el paladio, el oro y el platino de circuitos y componentes de aparatos eléctricos y electrónicos, que a veces son microscópicos”, explica Alicia García-Franco, directora general de FER.


Los chatarreros del siglo XX se han convertido en las empresas de reciclaje del siglo XXI. Recogen los desechos con grúas y camiones, los almacenan en instalaciones preparadas para evitar la contaminación y utilizan maquinaria para rescatar el metal de piezas que incluso llegan a triturar.

“Somos más de 6.400 empresas con 33.650 empleados, gestionamos 6,5 millones de toneladas de metales al año, y movemos más de 10.000 millones de euros, la mitad que antes de la crisis”, informa García-Franco.

El hundimiento del precio de los metales y la caída de la siderurgia (el gran cliente de los chatarreros) provocó un brutal descenso de la actividad a partir de 2011.

Las empresas tienen el reto de mantener las inversiones en tecnología para cumplir la legislación medioambiental europea, cada vez más exigente. Se recupera una media del 80% de los desperdicios y el 100% de los materiales puros, como perfiles de ventanas. Cada desecho es un mundo. En los vehículos, “recuperábamos el 76% de ellos en 2002, llegamos al 91,5% en 2013, y la última exigencia era recuperar el 95%.

El sector reclama más control sobre los operadores ilegales que contaminan

Un nuevo objetivo europeo es reutilizar, además, el 2% de los electrodomésticos y equipos electrónicos que llegan a las plantas de recogida. ¿Hasta dónde se puede llegar? “Investigamos para llegar al 100% del reciclaje, y para ofrecer una chatarra de gran calidad con la que aumentar la exportación.

Las empresas luchan contra la falta de materia prima (los desechos), el estrechamiento de los márgenes y la competencia de quienes reciclan sin las medidas de seguridad obligatorias para no contaminar. Sucede en toda Europa.

China ha pasado de ser el gran comprador de metales a un suministrador que vende a precios de derribo. Por si fuera poco, la crisis ha tejido una red ilegal de competidores que achatarran por debajo del coste. Son ladrones organizados que roban el cobre de las infraestructuras eléctricas, los metales a los chatarreros legales, y engañan a los consumidores que llevan los electrodomésticos a los puntos limpios de recogida, para recogerlos antes de la entrada. La rapiña es adquirida por empresas ilegales que venden la chatarra más barata.


La caída de los precios de los metales ha puesto en aprietos a muchas empresas

Cumplir la normativa europea es un reto, dificultado en España por las diferencias marcadas por las comunidades autónomas. “Tenemos un millar de normas. La carga burocrática de comunicar a los organismos de las comunidades autónomas, policía y guardia civil/policía judicial las entradas, procesos y salidas de chatarra de nuestras instalaciones cuesta unos 10.000 euros anuales a las empresas pequeñas, y 25.000 a las medianas”, denuncia García-Franco.

La caída de los precios de los metales es otro agravante. Las cotizaciones de los metales marcan el precio de venta de la chatarra, mientras se encarece el coste de limpiar los desechos.

El precio del hierro (más del 60% de su actividad) se ha hundido desde 2008, arrastrando al precio de la tonelada de chatarra férrica hasta 150 euros en 2015, un tercio del valor de 2008.
La escasez de materia prima es un desafío diario. Los chatarreros se nutren de los recortes de metales industriales, de las demoliciones de los edificios y de los bienes de consumo recogidos en los desguaces y los puntos limpios.

“España es tradicionalmente deficitaria en chatarra, se importa la mitad de lo necesitado en sus acerías, y no podemos suministrarles más porque carecemos de materia prima. Nuestras plantas trabajan al 40% de su capacidad, y no compensa importar desechos porque es muy caro transportarlos”, añade el presidente de FER.


La vuelta al consumo devolverá la materia prima al sector. Los desguaces recogen 700.000 vehículos anuales (un millón antes de la crisis), y las 1.000 plantas RAEE recogen 210.000 toneladas de electrodomésticos y aparatos electrónicos, dos tercios de lo recogido en 2008.

Se reducirá a la mitad las Toneladas de chatarra

Se reducirá a la mitad las Toneladas de chatarra
La Autoridad Portuaria del puerto de Pasaisa de Guipuzcua considera que en 2016 podrían moverse 300.000 toneladas de chatarra frente a las 750.000 del año anterior debido al cierre de Arcelor


 El cese de actividad de la planta de Arcelor en Zumarraga no afecta tan solo a la comarca donde está situada, sino que sus efectos van mucho más allá y repercutirán negativamente en la economía guipuzcoana.
Un ejemplo está en el Puerto de Pasaia, donde tradicionalmente el tráfico de chatarra ha sido la principal actividad y una de las que mayores ingresos reporta al recinto portuario junto con los productos siderúrgicos y el transporte de automóviles.
La Autoridad Portuaria ha dado a conocer los resultados correspondientes al acumulado del año hasta mayo, donde destaca el descenso del 6,8% del tráfico de chatarra con respecto a los cinco primeros meses de 2015.
Lejos de ser un hecho puntual, esta bajada de material a mover en el Puerto de Pasaia se viene a sumar a la negativa evolución que ha tenido en los últimos tres meses.
En el comunicado enviado por la Autoridad Portuaria, se advierte de que desde que se anunció el cierre temporal de la planta de Arcelor Mittal en Zumarraga, “se están cumpliendo inexorablemente los peores vaticinios en relación con el tráfico de chatarra”.
Los sucesivos decrementos hacen estimar a los responsables de la actividad en el recinto portuario guipuzcoano que durante el presente ejercicio se moverán 300.000 toneladas totales. Cifra que no alcanza la mitad de la gestionada durante 2015, que se situó en 750.000 toneladas, con la consiguiente repercusión económica negativa.
La otra cara de la moneda se encuentra en el tráfico de productos siderúrgicos, que se ha incrementado. Resulta paradójico que sea otra fábrica de la misma multinacional angloindia, la que desarrolla su actividad en Olaberria, una de las principales responsables de la buena evolución de los productos siderúrgicos, que se incrementaron entre enero y mayo de 2016 un 20% con respecto al mismo periodo del año anterior.
La Autoridad Portuaria señala que este crecimiento es debido a la exportación de perfiles de acero de la factoría de Arcelor Mittal en Olaberria, unido a la fuerte importación de bobinas y chapas, otra de las actividades más tradicionales en el Puerto de Pasaia
El problema de una drástica reducción de tráfico de chatarra atribuido a Arcelor Zumarraga podría verse de este modo paliado con los productos siderúrgicos, a lo que el organismo responsable del Puerto añade el tráfico de automóviles.
Durante los primeros cinco meses del año esta actividad ha crecido un 13,4%, impulsada por las exportaciones de Mercedes y de General Motors, firmas con las que el recinto portuario trabaja habitualmente y que le han generado ejercicio tras ejercicio beneficios, incluso cuando el sector del automóvil se encontraba en horas bajas debido a escándalos como el protagonizado por Volkswagen.

Refugiados de la chatarra

Refugiados de la chatarra
Miles de inmigrantes recorren las calles de España desde el comienzo de la crisis en busca de residuos metálicos, chatarra, para sobrevivir.

Esta es la historia del senegalés Sarra Waly
Un buen día son unos 300 kilos de chatarra. Con ese peso, el carrito de Sarra traquetea de lado a lado por la acera y apenas puede anclarlo en una farola mientras rebusca con las manos en algún contenedor. Un buen día suelen ser 30 kilómetros andando durante 10 horas sin parar a comer. Da igual. Porque cuando llega a la báscula y los dígitos tienen tres cifras significa que ha valido la pena. Son 40, 50 euros… Pero antes de cobrar hay que triturarlo todo a martillazos en la nave. Calderas, tornillos, placas de ordenadores, tuberías… Las partículas de polvo metálico vuelan por los aires y la montaña de residuos crece a cámara rápida. Eso también tiene que hacerlo el senegalés Sarra Waly, uno de los miles de inmigrantes que la crisis expulsó del mercado laboral y que han encontrado refugio en la chatarra.

Barcelona es la capital de este fenómeno. Por el clima, por la orografía y puede que por la posibilidad de almacenar la basura metálica que ofrecen las naves abandonadas del antiguo barrio industrial del Poble Nou.

Pero en todas las ciudades de España —en Madrid suelen ser rumanos— hay gente empujando un carrito de supermercado con un palo en la mano para escudriñar en el fondo de los contenedores.

Desde el comienzo de la crisis, estos vagabundos de la chatarracomo los bautizaron y retrataron brillantemente en su novela gráfica Jorge Carrión y Sagar Forniés— buscan fortuna desguazando los restos de la bonanza española que ellos mismos ayudaron a construir.

La mañana que EL PAÍS recorrió las calles de Barcelona con uno de ellos, la mayoría eran subsaharianos. Pero también hay rumanos, marroquíes, españoles y hasta un japonés que lleva un perrito atado al carro toda la jornada. Algunos duermen en naves abandonadas o en alguno de los más de 40 asentamientos ilegales que hay en Barcelona. Otros viven en pisos patera de y pagan el tren el día que pueden para ir venir a trabajar. El precio de lo que buscan, torpedeado por la producción de acero chino y el exceso de achatarramiento, se ha desplomado un tercio desde 2006. Para sobrevivir, cada vez hay que cargar más.

En aquella época, Sarra Waly, senegalés de 37 años con hija y esposa en Tambacounda, no pensaba en la cotización del metal en la Bolsa de Londres, el mercado donde se decide el valor de lo que él recolecta hoy como medio de vida. Hijo de una familia de campesinos, llegó en 1999 a España, donde entró con la ayuda de una agente de la Guardia Civil en Ceuta, recuerda antes de empezar su jornada. Desde entonces ha hecho de todo, siempre con sus manos, grandes y endurecidas especialmente en los dos últimos años. Jardinero, recolector de fruta en Murcia… En 2006, en plena burbuja, consiguió un trabajo en una subcontrata del túnel del AVE. Ganaba 2.500 euros. Su jefe de entonces acabó en la cárcel por inflar precios. Y él, en la calle.

A las 7.30, decenas de buscadores llegan a la nave de la calle Juan de Austria. Traen en el bolsillo un papelucho arrugado con un número de registro para vender aquí el género. Al final de la jornada, lo entregan en la báscula y Karim, un senegalés de 40 años que ha prosperado en este negocio, les paga el precio correspondiente: 0,13 euros por kilo. Es difícil pasar de 30 euros. “Así no se vive, se sobrevive”, admite con unos auriculares al cuello y una sudadera azul. Luego, él lo vende a una chatarrería más grande de Badalona que termina llevándolo a una fundición para transformarlo en acero.

España recoge alrededor de 7,2 millones de toneladas de chatarra al año. Una buena parte procede de los carros de estos supervivientes. Alicia García Franco, directora general de la Federación Española de la Recuperación y el Reciclaje, cree que se trata más bien de un problema social. “Esta gente no roba, recoge material abandonado o pedazos de instalaciones desechadas… Lo llevan a una chamarilería, que es pequeña y legal. Están limpiando las calles y se sacan un dinero”, señala.
Pero algunas mafias ven mano de obra barata y los reclutan en pequeñas cuadrillas que distribuyen en distintos lugares de la ciudad. Trabajan en turnos de noche y de día. Pasadas las horas, les recogen con las furgonetas de nuevo y les pagan un pequeño porcentaje por los residuos. Ibrahim, un buscador de Gambia que camina por el Ensanche barcelonés, trabaja así. Al principio le salía a cuenta; hoy se ha convertido en esclavo de otros compatriotas, asegura.

En parte por eso, el Ayuntamiento de Barcelona creó la cooperativa que ha empezado a dar cobijo legal a algunos buscadores desde hace un año. De momento hay unas 25 personas de casi 10 nacionalidades distintas. Pero cuesta arrancar “Queremos evitar esas situaciones regularizando a estas personas. Pero somos conscientes de que estamos empezando”, señala Guillermo Rojo, coordinador de Alencop. La mayoría sigue a la intemperie legal.

Cada día, a partir de las seis de la tarde, 10 horas después de comenzar el viaje, regresan a la nave en procesión. En la puerta esperan unos cuantos marroquíes que examinan los carros y buscan algún objeto para revender. Ofrecen uno, dos, tres euros... Mohamed embarca una vez al mes su coche en un ferry hasta Tánger cargado hasta arriba para revender esos artículos. Conoce a casi todos los buscadores. “Es curioso, se habla mucho de los refugiados y de lo necesario que es ayudarles. Y es cierto. Pero a veces nadie se acuerda de los que estamos aquí”, analiza.

 Sarra pasa por su lado y sonríe por debajo de su bigote. Todavía le queda una hora de desguace para volver a casa.